Al hablar de ecosistema, la mente lo relaciona casi de forma inmediata con el entorno natural y aquellos elementos que lo integran tales como las plantas, animales, agua… pero en el mundo actual cobra cada vez más importancia el término de ecosistema urbano. O lo que es lo mismo, un entorno creado por el hombre.
Las ciudades y los pueblos se convierten así en los ecosistemas urbanos por excelencia y, que pese a suponer aproximadamente tan solo un 2% de la superficie terrestre de nuestro planeta, aglutinan y acogen a la mayor cantidad de población existente.
Es precisamente en torno a esos ecosistemas urbanos donde se plantean los mayores retos para la humanidad. Retos de presente, pero sobre todo de futuro, con el objetivo de conseguir un equilibrio entre la naturaleza que los rodea e integra y aquellos elementos que los conforman: edificios, mobiliario urbano, redes de alcantarillado o las propias calles.
El metal, alquitrán, plásticos o ladrillo son algunos de los materiales empleados para crear los elementos que integran esos ecosistemas urbanos, y los esfuerzos se deben centrar en convertirlos en los más sostenibles posible. Y es ahí donde entra en acción la economía circular.
La sostenibilidad de una ciudad es fruto de que la reutilización de los recursos y el ecosistema urbano se den la mano. Todo ello propiciado por la acción del hombre, que debe poner el foco en la búsqueda de formas innovadoras de consumo sostenible.
Y aquí juegan un papel fundamental las empresas que cada día trabajan en esta línea: en la de afrontar el reto de crear y trabajar con materiales que sean lo más sostenibles posible y que a la vez proporcionen la funcionalidad necesaria; como es el caso de RNC, que trabaja con Id-sun, un pavimento continuo que ayuda a mejorar la calidad del aire de las ciudades por su escaso impacto medioambiental.
Algo que puede parecer un granito de arena pero que sin duda supone un gran paso en la dirección a mejorar la calidad medioambiental de las ciudades en las que vivimos y que es tan necesario.